Durante muchos años se dijo que el vino era un asunto de hombres y a simple vista si echamos una mirada al pasar por los distintos ámbitos de trabajo en bodegas, parecería ser cierto. Pero si miramos con detenimiento, nos encontramos con una realidad diferente. La presencia femenina en las bodegas creció con mucha fuerza en los últimos años. Cada hay vez más mujeres liderando proyectos enológicos, trabajando las viñas y difundiendo apasionadamente el vino argentino.  Inclusive el pasaje que la  industria hizo desde la cantidad hacia la calidad. Fue un cambio de perspectiva que revolucionó el quehacer vitivinícola y que mucho  tuvo que ver  con la participación de la mujer como hacedora, comunicadora y consumidora.     

La historia:

Hoy, al igual que en muchos otros espacios, las mujeres hemos irrumpido en el quehacer vitivinícola aportando no solo nuestra fuerza natural e incansable de trabajo, sino también, una visión holística, integral del negocio del vino. Mucho ingenio e intuición y un talento único para comunicar vinos a través de nuestra particular sensibilidad. Estos cuatro pilares enriquecieron y transformaron el trabajo en la viña, la producción en bodega y la comercialización en las góndolas.

El asunto es que cada día más mujeres pisamos fuerte en el mundo del vino.  Este dato no pertenece solo a la actualidad. Hubo mujeres que hicieron un largo y difícil camino mucho antes.  Repasando la historia encontraremos auténticas heroínas del viñedo. La viuda Clicquot Ponsardin, a sus apenas 27 años heredó de su esposo un incipiente negocio de champagnes, y luego de su muerte, transformó a la empresa en un emporio mundial. Por su parte,  Madame Louise Pommery, viuda de Alexandre Louis, se transformó en una de las figuras más emblemáticas de la historia del vino francés. Fue su influencia, directa o indirectamente, lo que llevó al éxito a la champagnera Pommery. Ella asumió la dirección de la compañía en 1860 y emprendió varias iniciativas innovadoras que forjaron la identidad del que hoy es uno de los mejores champagnes del mundo.

La mujer, como hacedora:

Susana Balbo. Primera enóloga Argentina.

En nuestro país, el rol de Susana Balbo, -primera enóloga argentina egresada en 1981- fue crucial para abrir el camino de la profesión a otras mujeres. Susana fue una de las pioneras en el rubro, en tiempos donde el tan mentado patriarcado, reinaba en los viñedos.  A su generación le siguieron enólogas de gran renombre: Adriana Martínez, que se desarrolló profesionalmente en Nieto Senetiner y hoy produce sus propios vinos, Gabriela Celeste, mano derecha de Eno.Rolland, una de las consultoras enológicas más prestigiosas de Argentina. Estela Perineti, enóloga de Bodega Esmeralda y Andrea Marchoiri, co-creadora de Viña Cobos; entre muchas otras.

Hoy podemos decir orgullosamente que muchas de las uvas con las que se elaboraron los mejores vinos argentinos, pasan por manos femeninas.  Enumerar la cantidad de enólogas e ingenieras agrónomas que actualmente brillan en las más prestigiosas bodegas, sería agotador.  Pero el vino una vez elaborado, hay que venderlo; y para venderlo, hay que comunicarlo.  ¿Cuál es la importancia de la mujer como difusora de la cultura del vino en Argentina y en el mundo?

La comunicación del vino argentino y sus mujeres

Paz Levinson, la gran embajadora de la sommellerie argentina

Argentina dio embajadoras del vino de lujo. Paz Levinson, Elisabeth Checa, Agustina de Alba,  Laura Catena son quizá las más mencionadas por su aporte a la industria. Hablan de las bondades del vino argentino aquí y en el resto del mundo. Paz, además fue dos veces electa mejor sommelier argentina. En 2014 concursó como mejor sommelier de las américas, llevándose el máximo galardón y de postre, en 2016 obtuvo el cuarto puesto en el mundial “Mejor Sommelier del mundo”. Para un país que ocupa el quinto lugar como productor mundial, pero que compite con países que le llevan décadas de ventaja, estos logros en manos de mujeres, son revolucionarios.

La participación femenina en el consumo:

En cuanto a consumo y participación activa del género en la industria del vino, también somos revolucionarias. El consumo del vino en manos de mujeres creció en la última década, exponencialmente.  Es sabido que delante de una góndola, las chicas ponemos permanentemente a prueba no solo a enólogos y bodegueros, sino también a publicistas y responsables de marketing de las bodegas. Somos muy exigentes a la hora de buscar el mejor precio posible, la mejor calidad y la más cuidada presentación.

A diferencia de los hombres, solemos elegir vinos no solo por sus características enológicas y sus diferentes expresiones, sino también por la presencia y el diseño del packaging. La etiqueta, el envase, las sugerencias de las retroetiquetas suelen ser un motivo muy importante para la elección. Esto ha motivado que muchas bodegas dediquen buena parte de sus inversiones en contratar diseñadores y profesionales del marketing publicitario para poder lograr que su producto sea “mirado” por nosotras.

Otro aspecto que llama la atención respecto de la elección de los productos es que las mujeres solemos no hacer tanto caso de las publicaciones en redes sociales, diarios y revistas especializados. Allí se exponen puntajes muchas veces arbitrarios que condicionan a los consumidores inevitablemente predisponiéndolos para bien o para mal respecto de una etiqueta. Esta conducta desprejuiciada de la mujer, mucho más concentrada en sus propios sentires que en los ajenos, suma mucho para que la  percepción del producto sea genuina.

La sensibilidad sensorial y las tendencias de consumo

Las cualidades femeninas respecto a sensibilidades, capacidades olfativas, visuales y otras, hacen que el sexo femenino aventaje un poco al masculino. Esto, en cuanto a las capacidades de discernir o entender las armonizaciones necesarias entre bebidas y comidas. Además debemos añadir las capacidades creativas y estéticas propias de los cambios en las modas. Aquí observaremos como las posibilidades de acertar con una elección del vino aumentan si decide una mujer.

En cuanto a las tendencias de consumo, corresponde en este espacio desbaratar uno de los peores mitos que se construyó en torno de nuestros gustos.  Siempre se dijo que las mujeres tomamos vinos blancos dulces, o variedades tintas muy livianas. Si bien es cierto que la mujer está  más orientada al consumo de vinos fáciles de beber, en mi experiencia tengo que indicar no es de este modo.

El mayor porcentaje de público asistente a degustaciones y catas está compuesto por mujeres. Este aspecto quizá demuestra nuestro creciente interés a la hora de capacitarnos para aprender a disfrutar un buen vino. Asimismo, el mayor porcentaje de esa concurrencia femenina, admite beber vino en sus casas con cierta regularidad, y elegir casi siempre variedades tintas sobre blancas. Todo un dato ¿no?

 

 

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