A principios de Noviembre, invitada por Bodega Sottano y Regionales San Juan, viajé a Mendoza acompañando a un grupo de ocho enófilos bahienses para conocer las instalaciones de la bodega y asistir a una serie de eventos coordinados por su enólogo, Adrián Toledo y su co-equiper el export manager Christian Magnenat.
El primer día nos llevaron a conocer el Gran Hotel de Potrerillos, diseñado por Arturo Civit en 1940 que tras algunos años de abandono, fue recientemente reinaugurado. Tengo que decir que el día no pudo haber sido más agradable: después de unos cuantos días de frio y lluvia, Mendoza nos recibía con unos flamantes 34°C, sin nubes, ni viento y con los picos de la cordillera todavía cubiertos de nieve.
Disfrutamos de un almuerzo gourmet en el hotel acompañados siempre por Adrián y Christian. El primer paso estuvo maridado con el fresquísimo Sottano Chardonnay 2015, cítrico y elegante, elaborado con uvas de las fincas de la bodega en Uco. Seguimos con el Merlot de la misma línea, que fue toda una sorpresa. Jugoso, mineral y con una fruta explosiva. De esos vinos que lo entregan todo, sin misterios.Continuamos con el clásico Malbec y después con el Cabernet, que merece un párrafo aparte (y se lo dedicaré más adelante). El postre vino de la mano de los dos espumosos de la bodega. Personalmente, me sorprendió el Charmat brut rosé, un corte de Pinot y Chardonnay, de un perfecto salmón en la copa, algo secundario en aromas, pero con unos recuerdos a rosas y a cerezas al maraschinno, deliciosos. Finalizamos la visita alrededor de las 20:00hs. Era tiempo de llegar al hotel, descansar y prepararnos para el día siguiente, cuando conoceríamos el lugar de donde proviene la magia.
Para ubicarlos in situ, Sottano se encuentra emplazada en el departamento de Lujan de Cuyo, más precisamente en Perdriel, o para ser más exacta todavía, en el límite entre Perdriel y Agrelo. Podríamos decir que se trata de una bodega boutique, porque a pesar de elaborar casi 600.000 litros de vino al año, el cuidado y el esmero que pone su gente en cada detalle de la producción los coloca en esta categoría.
Desde sus inicios, hace unos 16 años, la bodega solo elabora vinos de segmentos alta gama y premium. Actualmente, tiene quince etiquetas distribuidas en cuatro líneas de porfolio: Sottano (línea joven), Sottano espumosos, Sottano Reserva (crianza clásica de 12 meses), Reserva de Familia (un Gran Reserva de 18 meses) y los Premium, Judas blend y Judas Malbec (con 24 meses de crianza).
Llegamos al establecimiento casi al mediodía, el termómetro marcaba 33°C, iba a ser nuevamente un día increíble. Perdriel es una de las regiones pedemontanas más lindas de Mendoza. Tiene una vista única al cordón de Plata. Desde la bodega se podían ver los imponentes picos nevados de la cordillera.
Al ingresar a la bodega, un aspecto me llamó especialmente la atención: la prolijidad y la higiene en todas las salas. Específicamente en la sala de vinificación -donde se encuentran los distintos contenedores (barricas y tanques) y donde justamente se deben tomar todos los recaudos a fin de evitar riesgos de proliferación microbiana- todo estaba dispuesto ordenadamente en su sitio, el lugar contaba con muy buena ventilación, y los pisos y paredes estaban relucientes. Esto mismo se replicaba en cada uno de los demás espacios: SUM, laboratorio, cava subterránea y también en todo el paisaje circundante.
El cuidado de los espacios de trabajo y la higiene, no es un dato menor ya que Sottano forma parte de un Programa de Producción más Limpia y sustentable que consisten en racionalizar el consumo eléctrico a través del uso de lámparas de bajo consumo en sus instalaciones; y en la adquisición de una maquina generadora de ozono, que redujo considerablemente el uso de agua y químicos desinfectantes para realizar las desinfecciones microbiológicas sin impacto ambiental negativo. Encontrarte con esta filosofía de trabajo, ya te anticipa el concepto que hay detrás de los vinos.
Más allá de la tecnología usada para elaborar cada vino de cada línea, un párrafo aparte merece el trabajo y la dedicación en este sentido de Adrián Toledo, enólogo de la bodega. Quizá porque toda su vida estuvo atravesada por el vino (proviene de una familia que siempre se dedicó a la viticultura), o por los años de trabajo en Sottano, pero bastó conversar cinco minutos para interpretar el significado que tiene para él cada botella. “Hacer un vino como Judas, me lleva tres años” – me contaba, como un padre orgulloso. Y es que Judas Malbec fue su primer premium, la etiqueta que le exigió su máximo esfuerzo, y puso a prueba toda su conocimiento y creatividad. Un rato después pudimos toparnos con esa exuberante complejidad que lo caracteriza, bebiéndolo directamente de la barrica.
Adrián y Christian nos guiaron en un recorrido donde tuvimos la oportunidad de ir probando los vinos desde sus diferentes cubas. De los tanques de acero, bebimos las diferentes propuestas que se vienen en el 2016: un Torrontés de chilecito muy a “old school” frutal y terpenico, de notables aromas con un medio de boca bien graso y un largo final. El Chardonnay que integra la línea joven de la bodega, proveniente de Tupungato dueño de una notable expresión cítrica y fresca. Un rosé de Malbec semi seco (o semi dulce) con un dash de azúcar residual y un correcto balance de acidez que le suma frescura y originalidad a la línea y lo vuelve un imprescindible para los días de calor que vienen.
Pero la gran sorpresa llegó con los Cabernets. Sin dudas, más allá del enorme trabajo que Adrián realiza año tras año en las diferentes líneas con el Malbec y las decenas de premios y menciones de aquí adentro y de allá afuera, que así lo acreditan; tengo que decir que con cada uno de los Cabernets que probé de tanque y de barrica en todos los estilos que propone la bodega terminé de comprobar lo que venía sintiendo hace tiempo con Sottano: que elabora, probablemente de los mejores ejemplares de la variedad que probé en Mendoza.
La degustación más sorprendente vino del tanque donde reposaba todavía corcoveante, un Cabernet de Perdriel cortado con una pizquita de Franc. Balsámico y picante con una nariz poblada de fruta negra ácida, eucaliptus, laurel y una punta distinguida y masculina de cuero, tabaco y humo. Les confieso que no podía dejar esa copa bañada en gliceroles, que a medida que pasaban los minutos como un caleidoscopio me regalaba distintas versiones de la misma realidad. Todavía opino que si querés conocer hacia dónde va una bodega, tenés que probar primero sus vinos jóvenes. Los que no tienen ni el amparo ni el plus de complejidad del roble. Si ese vino “a cara lavada” te puso piel de gallina, podes estar seguro que todo lo demás va a ser felizmente perturbador.
Después de los tanques y antes de un riquísimo costillar de vaca al asador que se venía cociendo parsimoniosamente desde las 10:00 AM en el patio de la bodega; pasamos a probar los vinos más complejos que se encuentran transitando a pleno la crianza en barricas.
Pudimos probar Malbec de Gualtallary y Perdriel y Cabernet Sauvignon de Perdriel con diferentes tiempos de crianza que compondrán los cortes de los Reserva, Reserva de Familia y el vino más ambicioso de la bodega: Judas. Finalmente fuimos probando por separado los diferentes componentes del recientemente lanzado Judas Blend, un mega blend que corta en una misma botella tres variedades diferentes provenientes cada una de ellas, de una muy bien pensada combinación de terruños. El trabajo que hay detrás de este vino, justifican ampliamente su valor.
El viaje tuvo una yapa inesperada. Durante el almuerzo, fuimos testigos de un hecho histórico para la bodega. Nos visitó Andrés Ridois, gerente de Vicentin Family Wines, para informarnos que la bodega había adquirido el 100% del paquete accionario de Sottano y que sus instalaciones serían en adelante la sede de ambos proyectos. Según expresó, Vicentin y Sottano mantendrán independencia en sus estilos enológicos y comerciales.
Luego del almuerzo, seguimos probando algunas barricas de la cava subterránea y visitamos el laboratorio donde el equipo enológico realiza los principales análisis y elabora los cortes de los vinos.
Al día siguiente, nos reencontramos con Christian Magnenat en Palmares. Chrisitian es el gran constructor del éxito que los vinos de la bodega tienen en el exterior. Con él compartimos lo que sería el almuerzo despedida en Las Chapas, un restobar de cocina típica mendocina donde nuevamente Sottano no obsequió un momento único al descorchar Judas Blend 2013.
Al finalizar la actividad, hicimos un breve city tour por Mendoza y al caer la tarde nos dispusimos a regresar a Bahía Blanca, con el corazón contento y una hermosa experiencia vivida.
Gracias Familia Sottano por este recorrido que siempre recordaremos. Gracias Christian Magnenat y Adrián Toledo por brindarnos todo: tiempo, atención y amistad. La pasión que sienten por el trabajo que realizan es admirable y contagiosa.
Personalmente, y como Sommelier, quiero dedicar un agradecimiento especial a Adrián Toledo. Ya lo hice en persona, y lo ratifico en estas breves lineas: todas las charlas compartidas estuvieron llenas de enseñanzas. Te tomaste el tiempo para responder con entusiasmo y al detalle cada pregunta que te hice. No te guardaste nada para vos. Gracias por tu predisposición.