Esta semana fue realmente prolifica en cuanto a degustaciones. Entre todos los vinos que pude degustar, estaba el nuevo lanzamiento al mercado de la marca Morir-se de Amor, del hacedor mendocino Omar Araujo. El segundo assemblage.
Para quienes todavía no están enterados, Morir-se de Amor es un proyecto vitivinícola relativamente nuevo, lleva menos de seis años en el mercado. Omar Araujo, su hacedor, llegó al mundo del vino, luego de un sinnúmero de actividades directa e indirectamente vinculadas a la industria. Su proyecto, tiene para él mucha significancia emocional, y esas emociones están claramente plasmadas los vinos que elabora y promueve personalmente.
Como recordatorio, el primer corte (Morir-se de Amor Assemblage) estaba conformado por una partida limitada que unía tres espíritus distintos: Malbec, Merlot y Cabernet Sauvignon. Los tres varietales provenientes de viñedos de gran altitud de Valle de Uco, que se criaron 18 meses de barrica francesa. La elección de elaborar un blend tenía todo que ver con el deseo de su hacedor, de poner en el mercado un vino donde el consumidor no estuviera comparando las partes con otros productos, sino que se tratara de un vino para valorar en su integridad total, que observara puntos originales en la degustación.
Morir-se de Amor. Segundo Assemblage 2017
La primera sensación que tuve al probar la nueva versión de Morir-se de Amor, es que se trataba de vino que proponía una experiencia inequívocamente más irracional, salvaje y jugada que el anterior. Al igual que su predecesor, el segundo assemblage destila alta gama, pero a diferencia del primer assemblage, donde estuvieron más presente los aromas a frutales con discretos trazos vegetales y una barrica que sumaba notas ahumadas y acarameladas, esta versión ofreció una boca todavía más potente y ampulosa, con taninos texturados y aromas a frutos negros confitados, conjugados con notas especiadas muy originales, un poco por la barrica, otro poco (bastante) por la elección de los varietales que integran el corte.
Hay en esta versión una preeminencia de Malbec de dos microterruños distintos, pero los dos, lugares que dan vinos con mucha personalidad y taninos texturados: Gualtallary y La Consulta.
Es innegable la influencia de la Petit Verdot, que le suma aromas a regaliz y especias dulces, además de potenciar el color (casi negro en la copa) y del Merlot que ofrece una buena dosis de soltura, y toda la elegancia de la que es capaz esta variedad. Personalmente creo que este nuevo corte es más provocador y aún más original que el anterior. Perfecto para el consumidor que quiere escaparse de los vinos «fotocopia», para descubrir gustos y sensaciones nuevas.
Un aspecto a destacar, es el servicio. Se trata de un vino que no hay que beber de inmediato. Sugiero “abrirlo” con un decanter o utilizando un aireador unos 15 minutos antes. Van a ser testigos de como irá cambiando en la copa con el paso del tiempo. Es como beber diferentes vinos en una sola botella.
Dejo a continuación ficha técnica actualizada para los fans de la marca que deseen conocer mas:
Buena nota y una intriga…trataré de buscarlo..Gracias