En los últimos años, el concepto High Altitud Wines se instaló en la agenda de la vitivinicultura mundial. Incluso países que cuentan con viñedos a 200 msnm quieren participar de esta categoría. Es una nueva tendencia de la que comenzó a hablarse desde principios del 2018. Los bebedores aficionados de vino saben que una gran cantidad de factores pueden afectar el resultado final de cada botella, pero los vinos de altura maxima (o vinos de montaña) llevan todas las de ganar.

El concepto de Terroir recargado

Terroir, el término general que cubre la composición del suelo, el clima y ADN de la planta y mano del hombre, es una palabra con la que probablemente estés familiarizado. Pero ahora es evidente que, además del contenido mineral del suelo o los niveles de precipitación estacionales y su influencia sobre los vinos, todos deberíamos considerar la manera en la que la altitud ejerce su poder sobre el vino.

Viñedo Adrianna de Catena Zapata a 1.500 msn (Mendoza. Valle de Uco)

Estamos hablando de que probablemente el concepto de terroir tenga que ampliarse. La altitud suma mucho, muchísimo. En Argentina, la mayor porción de viñedos se ubica  en desiertos de altura, al pie de la Cordillera de los Andes. Las uvas cultivadas a grandes altitudes difieren de los cultivos habituales en que a menudo están expuestas a períodos más largos de sol diario sin obstrucciones, imbuyendo a las vides con más energía que luego se puede convertir en fruta en crecimiento. Las uvas que enfrentan una exposición solar más prolongada tienden a desarrollar una pigmentación más oscura, casi como un bronceado.

estos parámetros se deben justamente a la altitud que morigera las altas temperaturas del desierto y define una marcada amplitud térmica (diferencia de temperaturas extremas entre el día y la noche) que colabora con un mayor equilibrio en la maduración de las uvas. Simultáneamente, la mayor exposición a la radiación solar (mas altura, mas insolación) se traduce en frutos mauros y de colores profundos, como es el caso de los tintos.

Por otra parte, el frío extremo de la noche en la altura colabora mucho con el cultivo de las variedades blancas y tintas de ciclo corto como el Pinot Noir. 

No todo es color de rosas

En éstos hábitats extremos, la vid tiene que poder resisitir. Las uvas cultivadas en estas partes encuentran fuertes nevadas en los meses de invierno y subsisten del fuego del sol en el verano. Cada 155 metros que se asciende linealmente en la montaña, la temperatura baja 1 grado y la insolación aumenta 15% por cada 1000 metros de altitud. es decir que, este clima puede aportar muchos riesgos para la planta, riesgos extra a los ya existentes como son las heladas tardías o la insolación excesiva.

El resultado en los vinos

Como resultado de la gran altitud, si se logra mantener las plantas vigorosas y sanas a través de un buen trabajo de riego y buen manejo de la canopia, tendremos tintos con las siguientes características:

  • – Mayor concentración de color
  • – Mas brillo a causa del aumento de la acidez y la sanidad
  • -Taninos mas maduros
  • -Potente estructura
  • -Mayor concentración de taninos y antocianos (polifenoles).
  • -Mucho «nervio» (frescura) en los tintos de cosecha temprana como el Pinot
  • -Mucha frescura en los vinos blancos
  • -Menor graduación alcohólica en ambos casos
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